Lideran proyectos solidarios, trabajan por la inclusión social y luchan por mejorar la calidad de vida de los desfavorecidos.

Todos tenemos un ídolo político. A lo mejor también uno religioso. Casi seguro que si le preguntamos por este tema a un niño nos contesta que Cristiano o Messi, así que sí, añadimos el deportivo a nuestra lista de ídolos.

Según el diccionario de la Real Academia Española, ídolo es “una persona ilustre y famosa por sus hazañas o virtudes”.

Nuestras protagonistas no son famosas, pero sí son nuestros ídolos por sus hazañas y por sus virtudes. Las admiramos por su solidaridad, su entrega y por su generosidad. Se merecen cualquier reconocimiento por cambiar el mundo que les rodea, que es el de sus barrios.

Es el caso de Pilar Aural, que lleva 40 años ayudando a la gente de Orcasitas, en Madrid. Primero, a chavales drogodependientes como su hijo y, después, a las familias más necesitadas y con más apuros económicos. Les ofrece comida y ropa. Su asociación se llama Pato Amarillo y atiende a 2.000 personas al mes y a 900 niños.

También en Madrid está la Fundación Grandes Amigos. Su directora es Mercedes Villegas y, en este caso, ella y sus voluntarios dan acompañamiento afectivo a 850 personas mayores en soledad no deseada y que han sido derivadas de servicios sociales de la Comunidad o del Ayuntamiento. Precisamente ofrece lo que la Administración no puede.

Y de Madrid a Málaga, porque ahí reside Victoria Marín, el alma de Altamar. Su asociación ofrece apoyo y educación integral a casi 100 niños en riesgo de exclusión social de La Trinidad y El Perchel. Muchos tienen a familiares en prisión o en situación de drogodependencia.

Son proyectos dignos de premio. De hecho, ya tienen galardón. Homenajes por saber calmar a los que sufren, conseguir lo que hasta ese momento parecía inalcanzable y sacar sonrisas a quienes más las necesitan.